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¿De verdad a nadie le importa el bullying?

¿De verdad a nadie le importa el bullying?

Hay días en los que una se cansa de tanto silencio.

De ver cómo el bullying no termina. Solo cambia de forma, de escenario, de idioma. Se cuela en las reuniones de vecinos, en los parques, en los grupos de WhatsApp del barrio. Y aunque ya no suene a insulto directo, sigue doliendo igual. O más.

Porque ahora el acoso no tiene pinta de niño con chándal ni de grupo en el recreo. Ahora es una vecina que aísla a otra por ser extranjera. Un grupo que ignora al chaval con diversidad funcional. Un adulto que se ríe del que habla “raro”. Un silencio helado en el ascensor. Y nadie dice nada.

Y una se pregunta:
¿De verdad a nadie le importa una mierda el bullying?

El bullying crece. Y se vuelve adulto

Nadie nace sabiendo excluir. Se aprende. Se entrena desde pequeño. Y si nadie lo cuestiona, se convierte en costumbre. En cultura. En forma de estar en el mundo.

El bullying es una lógica: tú no encajas → te dejamos solo → te culpamos por ser diferente.

Y esa lógica no termina en la adolescencia. Vive en los barrios donde se aparta al «raro». En las comunidades donde se juzga al que cría solo, al que no puede pagar el extra, al que tiene acento. La exclusión sistemática en la vida adulta reproduce los patrones de acoso infantill.

El cuerpo recuerda el miedo, aunque la ropa ya no sea de uniforme

Quien ha sufrido bullying en la infancia no olvida. Puede que haya aprendido a hablar, a disimular, a ir a terapia. Pero en cuanto detecta esa vieja combinación de desprecio + indiferencia, algo se activa: el pecho se cierra, la voz tiembla, el estómago se anuda.

Es la memoria emocional. Ese sistema de alerta que nos recuerda que el peligro no siempre viene con gritos: a veces viene con el “mejor no te metas”, con el “tú ya sabes cómo es”, con el “no exageres”.

🧨 Ejercicio: El mapa del daño silencioso

Este ejercicio no es para niños.
Es para adultos.
Para los que hemos mirado y no hemos visto.
Para los que hemos callado creyendo que no pasaba nada.
Para quienes pensamos que el bullying es una etapa y no una estructura que se reproduce donde nadie la cuestiona.

Hazlo con honestidad. Y si te incomoda… es que importa.

1. Haz memoria

Piensa en tu infancia o adolescencia:

  • ¿Quién era el niño o niña más excluido?

  • ¿Qué decían de él o ella? ¿Lo repetías tú también?

  • ¿Alguna vez fuiste parte del grupo que se reía, aunque no fueras el líder?

  • ¿Alguna vez callaste por miedo a ser el siguiente?

  • ¿A ti te hicieron algo que nunca olvidaste y todos trataron como si no pasara nada?

2. Mira tu entorno actual

En tu barrio, comunidad, grupo de trabajo o de padres:

  • ¿Quién está siempre en los márgenes?

  • ¿A quién nunca se incluye realmente, aunque esté presente?

  • ¿Quién hace comentarios crueles que se aplauden como si fueran bromas?

  • ¿Quién decide el tono de los demás? ¿Quién se adapta para no incomodar?

  • ¿Hay alguien que se muestra sumiso ante una figura que da miedo o impone?

  • ¿Tú qué haces cuando ves todo eso?

3. Ponte en el lugar del otro

  • ¿Cómo se siente quien nunca puede decir lo que piensa?

  • ¿Qué pasa en el cuerpo de alguien que obedece al líder negativo solo para no quedarse solo?

  • ¿Qué necesita una persona para sentirse a salvo contigo?

  • ¿Qué parte de ti aún guarda el eco del miedo a hablar cuando eras pequeño?

4. Actúa

Romper el círculo no siempre es heroico. A veces es sutil:

  • Nombrar lo que nadie nombra.

  • Romper la cadena del chisme o la burla.

  • Hacerle un sitio al que nunca lo tiene.

  • No obedecer más al que excluye, aunque te haga sentir seguro estar de su lado.

  • Ser el primero que deja de callar.

Este mapa no es perfecto. Pero es un comienzo.
Porque el bullying no se mantiene por la fuerza del que excluye, sino por el silencio de los que lo ven y no lo detienen.

No es para que te sientas culpable. Es para que mires. Para que veas. Porque lo que no se ve, no se cuida.

No es cosa de críos. Es cosa de vínculos. Y de coraje

El bullying no es una fase. Es una forma de vincularse que se transmite si nadie la frena.
Y sí, importa. Aunque no salgan moratones. Aunque no haya insultos. Aunque todo parezca “normal”.

¿Te atreves a mirar con otros ojos lo que pasa en tu barrio?
¿Te atreves a ser ese adulto que no repite lo que dolió?

Entonces este artículo es para ti.
Y quizá tú seas también para alguien, justo lo que necesitaba.

¿Y si tú fueras el primero en romper el círculo?

Autora: Rebeca Carrasco García

Psicóloga general sanitaria

 

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En Selfpsicólogos, en Majadahonda, muchas personas adultas llegan con cicatrices de cosas que “ya pasaron”. Pero no pasaron del todo. Porque el eco de la exclusión resuena todavía en sus relaciones, en su autoestima, en sus decisiones.

Y lo más triste es que muchas de esas heridas no vinieron de enemigos… vinieron del silencio de los demás.

Para ir más allá

Si te toca el tema del acoso (porque lo viviste, lo ves o no sabes cómo cortarlo), te puede ayudar leer también nuestro artículo sobre ¿Cómo saber si mi hijo está sufriendo acoso escolar o bullying? o este sobre Rumores: un juego peligroso

Y para profundizar científicamente:



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